domingo, 22 de abril de 2007

La isla de las muñecas


Julián Santana Barrera le tenía miedo a los fantasmas y escuchaba sirenas. En especial, le temía al de una niña, y a la Llorona. Seguramente eran difíciles sus noches en la isla de Xochimilco, así que empezó a acompañarse de muñecas; mutiladas, descabezadas, ahorcadas: falsos niños muertos. Eran su protección. Murió en 2001, y su casa, la única de la isla, el lugar de su vida solitaria, se visita en tours de ecoturismo. Julián no creó una curiosidad: creó una obra llena de fe y terror, de pavorosa hermosura. Aunque nadie lo llama artista.